Corea del Norte. La historia del conspicuo reino ermitaño
ISBN: 9781981518845
“No hay fuerza en el mundo capaz de detener la poderosa marcha de nuestro ejército y nuestro pueblo, que sostienen en alto la bandera de los soles del gran camarada Kim Il-sung y el gran camarada Kim Jong-il, y continúan avanzando bajo el liderazgo del partido con una fe inquebrantable en la victoria.” —Kim Jong-un
En 2014, la Estación Espacial Internacional divulgó una serie de fotografías que hicieron que cibernautas de todo el mundo se pellizcaran el brazo de incredulidad por más de un motivo. Para empezar, el mundo quedó asombrado por la definición nítida y la resolución estelar de las imágenes captadas por los lentes NightPod de la agencia espacial, que mostraban sorprendentes tomas satelitales del mundo iluminado por deslumbrantes luces de ciudad. Pero fueron unos primeros planos de la frontera entre China y Corea del Norte lo que provocó reacciones mucho mayores que el resto de las fotos, ya que las imágenes, pese a su óptima calidad, no dejaban de ser preocupantes. Respaldadas por un video secuencial del área, mostraban un enorme parche negro —de aproximadamente 75.000 kilómetros cuadrados, para ser precisos— flanqueado por dos largos tramos dorados de cúmulos de luz que representaban a las ciudades más grandes de la región. De un lado, estaban los titilantes territorios chinos, y del otro, las relucientes extensiones de Corea del Sur. El parche negro en cuestión era tan oscuro, que habría podido confundirse con una prolongación del Mar Amarillo o del Mar de Japón.
A primera vista, no se veía ningún indicio de vida, aparte de un destello mínimo en el centro del abismo. Ese destello no era otra cosa que la ciudad de Pyongyang, y la pieza faltante del rompecabezas no era otra que la República Democrática Popular de Corea.
Corea del Norte ha sido desde hace mucho tiempo el objeto de chistes, así como un blanco perenne de censura internacional, pero la sorprendente foto satelital era todo menos divertida, pues demostraba las condiciones verdaderamente catastróficas en las que se hallan los propios norcoreanos. Las estadísticas muestran que un surcoreano promedio consume hasta 10.162 kilowatios-hora de energía al año, mientras que sus vecinos del norte consumen sólo 739. Esta es sólo una de una serie de dificultades que afectan al estado, impidiéndole un progreso adecuado.
En 2014, la Estación Espacial Internacional divulgó una serie de fotografías que hicieron que cibernautas de todo el mundo se pellizcaran el brazo de incredulidad por más de un motivo. Para empezar, el mundo quedó asombrado por la definición nítida y la resolución estelar de las imágenes captadas por los lentes NightPod de la agencia espacial, que mostraban sorprendentes tomas satelitales del mundo iluminado por deslumbrantes luces de ciudad. Pero fueron unos primeros planos de la frontera entre China y Corea del Norte lo que provocó reacciones mucho mayores que el resto de las fotos, ya que las imágenes, pese a su óptima calidad, no dejaban de ser preocupantes. Respaldadas por un video secuencial del área, mostraban un enorme parche negro —de aproximadamente 75.000 kilómetros cuadrados, para ser precisos— flanqueado por dos largos tramos dorados de cúmulos de luz que representaban a las ciudades más grandes de la región. De un lado, estaban los titilantes territorios chinos, y del otro, las relucientes extensiones de Corea del Sur. El parche negro en cuestión era tan oscuro, que habría podido confundirse con una prolongación del Mar Amarillo o del Mar de Japón.
A primera vista, no se veía ningún indicio de vida, aparte de un destello mínimo en el centro del abismo. Ese destello no era otra cosa que la ciudad de Pyongyang, y la pieza faltante del rompecabezas no era otra que la República Democrática Popular de Corea.
Corea del Norte ha sido desde hace mucho tiempo el objeto de chistes, así como un blanco perenne de censura internacional, pero la sorprendente foto satelital era todo menos divertida, pues demostraba las condiciones verdaderamente catastróficas en las que se hallan los propios norcoreanos. Las estadísticas muestran que un surcoreano promedio consume hasta 10.162 kilowatios-hora de energía al año, mientras que sus vecinos del norte consumen sólo 739. Esta es sólo una de una serie de dificultades que afectan al estado, impidiéndole un progreso adecuado.